Siempre tuve en el alero de la mente, sin llegar a análisis mayores, la forma en que se sentaron pro hombres a consensuar en plecas limitadas, a las categorías universales sobre derechos humanos. Las actuales no la son todas, y no es la mejor selección, a mi modo de ver.
Es cierto que culturalmente se privilegien en cada geografía, en cada idiosincrasia unos valores más que otros, de índole material, integridad física o moral, con las que se relacionan los individuos bien desde el punto de vista espiritual, físico o de los hasta ahora inevitables estatus piramidales. La forma de asumir los roles, desde el máximo respeto posible, en las constantes e ubicuas relaciones de producción que determinan en ultima instancia a la sociedad, tal como “descubrió” Feurbach” desde su ostracismo introspectivo, también deben tenerse en cuenta por la cantidad de tiempo, prestigio y respeto que demandan en nuestra vida.
Es clave que somos seres bio psico sociales, y esa prístina plastilina ecléctica en la que estamos basados, son demasiado heterogéneos en su abordaje, tanto para llegar a un factor común como para diferenciar derecho humano de derecho civil.
Derecho humano es y será por mucho tiempo algo que nos ofrece generosamente amplia subjetividad para perdernos en sus delimitaciones, si es que pueden definirse acaso. El factor común de esta categoría nos parece que debe crearse como patrón pasivo, como el “metro dentro de urna parisina” a partir del cual medimos espacio, o el “segundo atómicamente medido” para empezar desde él poder hablar del tiempo y sus posibles relatividades.
Insistimos que la categoría derecho humano, por lo disímil de cada una de las naturalezas del ser humano, la hacen muy difícil de definir. Pero teniendo en cuenta que deben ser patrones pasivos a partir de los cuales debamos tener conductas activas, muchas veces loma arriba, en contra de algunas partes de nuestra naturaleza, para el respeto a nosotros mismos y para el respeto a los demás (categorías inseparables), deben partir de un par de premisas:
- El conocimiento claro y Darwiniano de que somos primates con voluntad de poder perenne en nuestra esencia
- El derecho natural, ese, apriorístico, que nace de nuestro pozo genético biológico común, en el que queda claro lo que genera dolor y lo que no, para evitar en cada propuesta lo algogénico.
Jesús pide demasiado a la humanidad cuando dice amaos los unos a los otros. Es demasiado pedir. Respetaos los unos a los otros hubiese sido algo más alcanzable por nosotros, si alguien tan mediático e influyente sobre nuestros actos lo hubiese dicho así.
Claro que debemos por pasar por la represiva frase empática de que “no le hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti mismo”. Esas premisas generan algo así como una esencia, borrosa, no totalmente enfocada, pero pragmática para pensar infinitos derechos humanos.
Limitarlos a los más importantes es esencial, para que, como en toda clasificación, se logre la simplicidad sintética necesaria para poder memorizarlos, y el dar alcance a un porcentaje mayoritario de los fenómenos conativos humanos. Con este patrón borroso propuesto desde nuestras personales premisas esbozadas arriba, se pueden crear infinitas plecas, infinitos derechos humanos a respetar, así tengan como esfera de influencia una mili centésima de la conducta e integridad nuestra.
Los derechos humanos tienen un macro objetivo: Evitar la destrucción intra humana, particularmente las que ocurren de forma masiva, las que también se parecen semánticamente a los crímenes de lesa humanidad.
De lo mejor que puede dar colofón a esta breve opinión es la frase del mexicano Benito Juárez: El respeto al derecho (natural) ajeno, es la paz.